Ni el campesino es malo, ni el turista molesta; hay que romper barreras

Gerard Garreta, de 26 años, gestiona junto a su padre, también llamado Gerard y de 63 años, la granja Cal Grauet de Saga. Representa la cuarta generación de una familia cerdana dedicada a la ganadería en la misma casa. Cal Grauet forma parte, junto con el restaurante Cal Jet de Ger del programa «Visites a pagès» que está abriendo al turismo la realidad local que hay detrás de los pastos y de los productos agroalimentarios. Esta histórica granja de Saga, en el término municipal de Ger, produce carn de ternera y huevos de gallina ecológicos.

Garreta explica que decidieron abrir las puertas de la casa «para buscar un valor añadiso, situarnos en el mapa y dar a conocer el trabajo que hacemos en el campo». El joven ganadero de Saga cree que esta nueva modalidad de turismo es clave para mostrar la verdad del jardín que siempre han encontrado los visitantes: “Los jardineros de este jardín somos nosotros, y para conservar la Cerdanya en las condiciones en que está se necesita el trabajo que hacen los campesinos. Así que, ¿quién mejor que ellos para darla a conocer? Además, ahora que en los últimos tiempos los ganaderos también nos hemos convertido en vendedores de producto, es una buena manera de crear sinergias con el turismo».

En estos dos años de “Visites a pagès”, la experiencia está siendo muy positiva para los responsables de Cal Grauet: “Estamos muy contentos, es una experiencia muy bonita, interesante y enriquecedora en la que tanto aprende el visitante como el propio campesino, con pequeñas mejoras y el conocimiento del mercado en el que se mueve”. El ganadero aprovecha las visitas para tomar conciencia de las tendencias del mercado, los gustos de los consumidores y, sobre todo, para reivindicar su trabajo, porque en definitiva, el contacto entre ganaderos y turistas une dos mundos. En este sentido, Garreta ha visto dos culturas relacionarse: “La gente está acostumbrada a ver el filete en un mostrador y los huevos en una estantería del supermercado, y poder mostrar de dónde sale ese huevo y los años de trabajo que hay detrás del filete es muy enriquecedor para ambas partes”.

La llegada de visitantes a la casa permite que los productores agroalimentarios entren en contacto directo con futuros clientes y conozcan así el destino final de su trabajo: “Hemos conseguido que algunos de los visitantes se conviertan después en clientes que o bien vienen directamente a casa a comprar carne o huevos, o bien lo buscan en el mercado; también hay quienes nos hacen pedidos por correo electrónico”. Las “Visites a pagès” han abierto un nuevo mundo en la Cerdanya: “Nos ayuda a hacer ver que ni los campesinos somos malos ni los turistas molestos; tenemos que crear sinergias, tender puentes y romper barreras”.