Gerard Garreta: “En el campo hay relevo, pero el principal problema es el acceso a la tierra”

Te formaste en gestión empresarial … Sí, estudié gestión de empresa en la Fundación Universitaria del Bages de la UAB. Durante los cuatro años de carrera iba cada tarde a Manresa y por las mañanas trabajaba como campesino en casa. La formación me fue muy útil a la hora de elaborar el plan de empresa y sacar adelante el proyecto de las gallinas ponedoras.

¿Siempre has querido ser campesino? Siempre lo he tenido claro. Cuando estudiaba bachillerato en el instituto, mi idea era trabajar por las mañanas en un banco o en una oficina y por las tardes hacer de campesino en casa, como un “hobby”. Pienso que el campesino nace, no se hace. Es un sentimiento que se lleva dentro.

¿Qué significa para ti ser campesino? Para mí es una forma de vivir, de disfrutar de la vida. Yo no trabajo, disfruto cada día haciendo de campesino.

En tu casa, en Cal Grauet de Saga, sois campesinos desde hace cuatro generaciones, pero tú has querido innovar… En los años 40, la nuestra era una explotación ganadera bastante diversificada, con algo de leche y unas cuantas ovejas, pero la fuente principal era la producción de patatas. Unos años después fue la vaca lechera y, luego, al entrar en el mercado común, el motor fue la vaca de carne. Ahora hemos intentado dar un giro a la explotación, aportando más valor añadido a un producto elaborado con criterio ecológico y comercializándolo directamente, sin intermediarios.

Tu explotación tiene dos líneas bien diferenciadas … Sí, por un lado tenemos la producción de ternera ecológica, donde hacemos todo el ciclo: desde que nace el animal hasta que lo llevamos directamente a la nevera del cliente, envasado al vacío, completamente al detalle y al gusto del consumidor. Empezamos con 50 cabezas y ahora ya tenemos un centenar. Trabajamos con la raza centroeuropea Fleckvieh, principalmente para madres, y con la raza Angus, que es la carne de Nebraska, y que cruzamos con la autóctona para mejorar nuestra carne y hacerla más sabrosa y tierna.

Y la otra parte es la de las gallinas ponedoras… Sí, empezamos hace cuatro años con 200 gallinas, ahora ya hay 600 y, si todo va bien, en primavera tendremos 800. Habremos multiplicado por cuatro en cuatro años. Estamos hablando de gallinas ponedoras en libertad, que pastan al aire libre y comen cereales ecológicos.

Cuando dices ecológica, ¿a qué te refieres? Pues a que no usamos ningún tipo de aditivo químico, ni pesticidas, ni herbicidas, ni colorantes para los huevos, ni nada de eso. Todo completamente natural. Somos la única explotación de gallinas ponedoras en ecológico en el Alt Pirineu.

¿Y cómo haces la comercialización? Mientras que la ternera la servimos a algunos restaurantes, unas cuantas tiendas y, sobre todo, clientes finales, los huevos los vendemos todos a tiendas que tratan muy bien el producto y a restaurantes. Se establece una relación muy cercana entre productor y consumidor, y eso es muy gratificante. Solo podemos competir en calidad, no en cantidad.

Vuestro proyecto recibió el año pasado el reconocimiento de la Generalitat… Me hizo mucha ilusión, quedamos finalistas en los premios de Innovación Tecnológica Agroalimentaria, en la modalidad de joven emprendedor. Siempre gusta que reconozcan el trabajo.

¿Cómo ves el futuro? ¿Hay relevo generacional? Tengo muy claro que el futuro pasa por ser dueño del producto y comercializarlo directamente, sin intermediarios. Creo que hay relevo, pero el principal problema es el acceso a la tierra.

¿Qué le dirías a un joven que quiere quedarse en casa y ser campesino, pero duda? Que lo intente. Aquí hay mucho la cultura del miedo al fracaso y al qué dirán si las cosas no acaban de ir bien. Mira, si al final las cosas no van como uno quiere, todo eso también habrá servido para aprender. Y mucho.